El restaurante que ha renunciado a su estrella Michelin para contentar a sus clientes locales: “Éramos inaccesibles”.

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El establecimiento francés Maison Claude Darroze, localizado en Langon, ha renunciado al galardón y ha bajado sus precios un 30% por su clientela.
Obtener una estrella Michelin es uno de los logros más prestigiosos para un restaurante. Para muchos chefs, recibir este reconocimiento es el culmen de su carrera, un símbolo de excelencia culinaria que los coloca en la élite del sector. Sin embargo, detrás de esta distinción se esconde un dilema que afecta directamente a la sostenibilidad de muchos negocios gastronómicos: la necesidad de subir los precios para mantenerse competitivos y garantizar la calidad prometida por la estrella Michelin.
Los comensales, atraídos por la fama de la estrella, buscan experimentar la gastronomía de primer nivel, lo que puede traducirse en un aumento significativo de las reservas, pero también de los precios. Así, mientras muchos propietarios lo ven como una suerte para poder ingresar más por su trabajo, otros lo consideran una lacra, porque les separa del servicio que habían estado dando hasta el momento, con una clientela totalmente diferente a la habitual.
Esto último es lo que le ha sucedido al restaurante francés Maison Claude Darroze, situado en la localidad gala de Langon, cuyo propietario ha decidido renunciar a la estrella Michelin, una locura que él mismo ha argumentado: “Nos habíamos vuelto inaccesibles para gran parte de la clientela local”.

Y no solo han renunciado a la gran distinción culinaria, sino que también han decidido, para cuidar a sus clientes de siempre, bajar los precios un 30 por ciento, con la intención de seguir teniéndoles próximos: “Son personas que quiero tener cerca. Crecí aquí”, dice el chef.
Jean-Charles Darroze, de 44 años, heredero de varias generaciones de chefs y propietario del restaurante, contó al respecto que “escribí (a la Guía Michelin) para explicarles que cambiábamos de concepto, que íbamos a pasar a una cocina más tradicional, más familiar”, explicó en entrevista
Su familia se dedica a la gastronomía desde 1895, cuando Henri Darroze, pastelero de formación, sirvió el plato del día en el Café des Voyageurs, en el corazón de un pueblo de las Landas. Hoy, cuatro generaciones después, La Table de la Maison, orgullosa de esta herencia familiar, ofrece una cocina bistronómica fina y refinada, que evoluciona con las estaciones.

Con este enfoque, sabía que el establecimiento familiar, fundado en 1969 por su padre Claude Darroze, que tenía dos estrellas Michelin, perdería su estrella. “Y eso es exactamente lo que quería”, dice con una sonrisa este landés que ha trabajado con los más grandes chefs, entre ellos Alain Ducasse.